La falta de presencia del Estado y de inversión en el sector
educativo, contrasta con la naturaleza de sectores que viven y promueven la
ilegalidad en la región del bajo del bajo Putumayo
El escenario el Putumayo, el motivo, la condición de la
educación, el actor, Jairo García Nagles, hombre del sur del Tolima, quien
desde hace cinco meses está en la región. Como experto en las ciencias
pedagógicas se convierte en una de las tantas autoridades que hoy recorren el
país y el continente, evidenciando las bondades y diferencias, de como los
gobiernos y Estados asumen su reto con respecto a la educación de sus habitantes.
Hablando con las autoridades, los rectores, maestros, niños y
padres de familia se ha evidenciado la cruda realidad de como este escenario
nos deja peor que ante de empezar a verlo. El visitante, Jairo García, que se
especializó en la isla de Cuba, estuvo en una sesión de la Asamblea del Putumayo
hablando sobre la promoción de la educación integrada. El Putumayo debe ser
afectado positivamente en beneficio de la educación, que el Estado aún no
garantiza, expresa.
Los niños de cero a tres años no tienen una guardería oficial
y las experiencias en el país ya lo han demostrado, del cómo deben ser
atendidos los bebés considerando la posibilidad de poder duplicar su
inteligencia cada año, y aspectos fisiológicos, sicológicos y rodeados de los
que saben orientarlos en esos aspectos, como son los maestros. Pero peor ha sido con
los grados de pre escolar en la edad de cinco años en las regiones visitadas.
Si vamos a la primaria más del 20 por ciento de los niños
están por fuera de las escuelas. Y es que ese término de “la Cobertura” limita
y pone a esperar a unos mientras otros son educados. La educación es una
necesidad cultural, al igual como la necesidad de respirar y si no lo hacemos,
nos morimos.
La educación va desde que se nace hasta la tumba como lo
expresaron los griegos. Es el interés más poderoso. La educación resuelve la
necesidad cultural de los niños y las personas. Se debe educar para la
excelencia, con espíritu sabio. Hay que vivir entre los libros y así podremos
discutir sobre las necesidades de la sociedad.
Pero como hoy la base de la sociedad y esa triada que se debe
involucrar en aportar y apoyar en la transformación de la educación.
La dialéctica sobre el tema nos permite ver que no se puede
separar a los involucrados; padres de
familia, estudiantes y profesores deben primero considerar que deben trabajar
unidos. Hoy lo hacen por separado. Los maestros deben considerar que “no deben
vivir de la educación” sino deben “vivir para la educación”. Las universidades no están formado profesores
para enseñen el desarrollo del progreso de la cultura, no hay concepción de la
historia, sicología, filosofía de la educación. Los profesores que salen de las
facultades no son los que sociedad necesita. Hoy Colombia requiere tener
sabios. Y no se está aplicando el postulado que reza “un maestro que sepa mil
veces más; de lo que necesita saber un niño”.
Un maestro debe ser totalmente honesto, que no mienta, ni
delante de sus alumnos ni en su casa. Un maestro debe defender la libertad.
Educar para que los niños sean capaces hacer volar su imaginación como los
pajaritos. Requerimos de una sociedad libre, donde podamos imponer la ciencia,
como patrón de conducta y conocimiento humano.
Debemos reformar el escenario y pedirle al magisterio y el
Estado que promueve esa cambio. Entonces preguntamos: ¿Cuál debe ser el papel
del Estado colombiano ante esta realidad?
Hace más de 200 años Europa resolvió ese tema y ha
considerado que la educación debe ser un derecho que tiene la población y es
una obligación atenderla. Pero como resolver esa realidad cuando los campesinos
de Puerto Asís por ejemplo deben tener al menos doscientos mil pesos para
uniformes en el año, sin incluir sus zapatos y mucho menos, los libros y su
mano tensión por un año. Eso debe ser responsabilidad del gobierno colombiano.
Hoy los campesinos son los más atropellados para recibir educación. Caminar más
de una hora, o navegar por horas para llegar a la escuela. Bajo sol y lluvia, y
con esas extensas jornadas los niños se van deteriorando.
Los campesinos deben ser atendidos desde el domingo cuando
llegue a su internado y orientarlo a ser
educado en la mañana y trabajar con la azada por la tarde. Debemos considerar
que hoy debemos educar para producir y promover la economía de la región. El
campo debe ser atendido y orientado desde la posibilidad de la producción,
porque además del olvido, no se produce nada.
El narcotráfico llegó a este departamento en los años
ochenta, llevando a los colonos cultivadores y raspadores, particularmente de
Nariño, luego de haber pagado cientos de millones de dólares, en experimentos
genéticos para que la coca se lograra producir en los pisos términos entre 300
y 100 metros sobre el nivel del mar (la coca se producía en las montañas y en
las sierras peruanas). Los pueblos o
pequeños caseríos como los de Piñuña Negro y Teteyé, promovían sus ventas como
cuando se sale a las plazas de mercado en regiones tradicionales y se ponía a
disposición de los compradores los bultos de coca.
Hasta finales de los noventa, se mantuvo como la “cultura
privilegiada” que impulsaba los mercados y el flujo de capitales subterráneos promovidos
por el negocio de la coca. Sólo a inicios del año 2000, se generó cierto cambio
y fue el de promover que los jóvenes salieran a estudiar al interior del país. Sin
embargo hoy la cultura de lo ilegal, lo ilícito y la influencia de la
corrupción, han permitido que esa generación mantenga altos niveles de dominio de esa cultura, sobre lo que es legal.
Debemos preparar estudiantes de bachillerato para ser útiles
apenas salgan egresados del colegio. ¿Porqué perder once años o más en las
aulas, para salir y no poder vincularse a la vida laboral de la región? Se
convierten en personas que no le sirven a la sociedad por culpa de ella misma y
el modelo educativo. Son inútiles.
Sólo entre el 3% y 5% de los estudiantes egresados del
bachillerato en el Putumayo, logran acceder a las universidades, y la
proporción se divide quizá a la mitad, de quienes van a las públicas y el resto
a las universidades privadas de Cali, Neiva, Bogotá, Pasto y Medellín. ¿Qué
podemos esperar entonces, cuando hoy se exige que la mano de obra calificada
sea de la región empleada en los campos del derecho, la medicina, la ingeniería
y los temas del agro?
Según García Nagles, quien reitera en que la educación lo es
todo; pensar, analizar, razonar, y
orientados en los campos de la naturaleza, el agro, la ciencia, el alfabeto y
hasta los viajes espaciales, han requerido de educación para llegar allá. La
política, la cultura, y el desarrollo de los pueblos, necesariamente se
producen gracias a la formación académica y la enseñanza.